Hola queridos lectores, en esta oportunidad quiero compartir con ustedes el prólogo de mi novela SIETE SIRENAS - Vas a querer pecar, espero que lo disfruten.
Infierno... Fuego... Dolor... Desesperación. Bienvenidos al reino de la maldad, al reino de los pecados, donde cada acto que se comete en la tierra es cruelmente castigado bajo el poder del primer mal. Donde el placer en el mundo hallado es meticulosamente cobrado, donde ya nada queda más que dejarse llevar por la sangre de la angustia que incendia el espíritu sin clemencia.
En este despiadado lugar, donde no existe la felicidad, encontramos a un Lucifer contemplando a las almas que se consumían por el calor de su propio pecado. Desconforme con el número de espíritus que habitaban en su reino el Señor de la Oscuridad había ideado un plan para aumentar el número de invitados a su hogar. Estaba listo para dar comienzo a su majestuosa obra. Convocó a su más leal súbdito, Afrost, presto a comenzar con su labor.
El enorme demonio hizo su aparición en cuestión de segundos, preparado ya para cumplir las órdenes de su amo.
- Es hora- exclamó Lucifer, secamente.- Tráemelas ya.
* Así será, Maestro- se limitó a responder Afrost, mientras se dirigía al fondo del mar.
La arena se resquebrajó como frágil cristal cuando de sus entrañas surgió el demonio descomunal. Con sus ojos de fuego buscaba, entre las burbujas que danzaban en el fondo del mar, a aquellas sirenas que sirvieran para sus oscuros propósitos.
El malévolo destino lo llevó hacia una atónita ninfa que miraba la escena con una mezcla de espanto y curiosidad. Era tan hermosa como él necesitaba, perfecta para sus crueles intenciones. La monstruosa criatura tomó a la sirena bruscamente por el brazo y le dijo con su voz de trueno:
- Llévame con las sirenas más hermosas que el mar ha creado con su mágico vaivén.
La horrorizada joven lo condujo a sus amigas, mientras su corazón latía enloquecido. Todavía no podía creer lo que estaba sucediendo, pero su boca no se animaba pronunciar ni una sola pregunta.
Cuando llegaron al lugar en donde se encontraban seis bellas sirenas, nadando sensualmente entre las algas, Afrost se sintió deleitado. Su misión prácticamente estaba por concluir y la verdadera pesadilla por comenzar.
La desdichada sirena se liberó del fuerte brazo que la aprisionaba y nadó veloz con sus amigas. Las siete sirenas se enviaban miradas perplejas y asustadas. Sus interrogantes crecían a cada instante, pero pronto la verdad quedaría al descubierto y era algo que en realidad nunca hubieran querido averiguar.
- ¿Qué es lo que harás con nosotras?- preguntó la más joven, mientras apretaba nerviosamente sus manos.
- Ya lo verás... No hay nada que temer- dijo Afrost mientras una maquiavélica sonrisa dejaba en evidencia sus largos colmillos dorados.- He sido enviado para llevar a cabo una misión muy importante, y las necesito a ustedes.
- ¿De dónde vienes?- se animó a preguntar otra sirena.
- Mi hogar se encuentra en las profundidades de la tierra, en donde todo permanece oculto de las miradas atrevidas de los humanos, provengo del fuego que arde siempre, esperando saciar sus llamas con las almas que voluntariamente se alejan de la gracia. Un lugar tan apartado de la luz, que el más mínimo destello me enceguece y lo único que deseo es que la luz cese para siempre.
Las jóvenes no podían entender exactamente a lo que él se refería, sin embargo, escuchaban cada palabra atentamente, como si su concentración les permitiera encontrarle algún sentido a sus oscuras frases.
- Ustedes son lo más sublime que el mar ha concebido, son la armonía perfecta entre la naturaleza inmaculada y lo humano. Una mezcla de perfección con mezquinas debilidades, portadoras de una belleza sin par que podría significar la perdición para cualquiera que se atreva a mirarlas. Sus almas son muy codiciadas y lo más importante, sus rostros podrían significar la perdición de muchos, y por esto precisamente es que me encuentro aquí, para robarme del claro espejo del agua lo que ya no le pertenecerá jamás. Ustedes ahora serán de mi amo y no hay nada ni nadie que pueda rescatarlas de su nefasto destino.
Sin decir más nada, sus ojos de fuego resplandecieron con verdadero odio. Una mezcla de euforia y locura se había apoderado de su ser y sus garras se dirigieron amenazantes hacia aquellas danzantes escamas que se agitaban desesperadas, intentando escapar de lo inevitable.
Una a una las sirenas se fueron transformando en contra de su voluntad. Alas negras nacieron de sus delicadas espaldas, sus ojos cambiaron de color y sus níveas manos se transformaron en garras. A pesar de los monstruosos cambios, sus rostros conservaban su hermosura intachable y un dejo de su corazón se reflejaba en sus angustiados ojos.
Toda esta metamorfosis fue acompañada por los gritos desgarradores de las inocentes, pero sus nobles corazones ya no podrían latir como antes, ahora sus espíritus estaban influenciados por el Señor de las Tinieblas y en sus venas corría el veneno de la maldad que todos llevamos dentro... liberada, hambrienta, destructora.
Afrost contemplaba su macabra obra satisfecho. Sus monstruos habían aparecido y las jóvenes estaban preparadas para acatar las órdenes.
- Muy bien, ahora les diré sus nombres y comenzaré a explicarles su labor...- señalando a cada una dijo: -Tú, bella criatura de ojos azules eres Lusta. Tú dejaras de lado tu aninanición del pasado y serás Lagu. Tú eres la raíz de todos los pecados, Serya. Tú serás la reina del mal más común entre los hombres, Envya. Tú te convertirás en una ambicisiosa criatura, Avacia. Tú harás temblar el suelo donde camines, Ayra. Y tú jovencita eres la reina de la apatía, Lazya.
Las sirenas sonrieron, un poder sombrío las invadía y sabían que detrás de sus nombres y su irresistible encanto, se encontraban las armas más letales para vencer la batalla que estaba dando comienzo.
- Queridas mías, su deber es muy sencillo, serán enviadas a la tierra en donde sus cuerpos tomaran formas humanas, se mezclaran con esas patéticas criaturas y las seducirán. Cada una tendrá una misión especial que será informada en determinado momento. Cuando logren su cometido, sus bellos ojos robaran las almas de aquellos que logren conquistar y las llamas eternas se deleitaran con su obra maestra. Ahora ustedes son poderosas y nadie las detendrá, les he dado un don muy especial y creo que ya comienzan a sentir los efectos del poder. Ahora naden hacia la superficie, dejen que sus cuerpos besen la arena y una vez en ella, transfórmense en sus enemigos para poder robarle a la tierra sus amados hijos. Es el momento de la venganza, el mar ya ha sufrido demasiado y creo que es hora de que los soberbios e insaciables humanos comiencen a pagar por sus pecados.
Cuando pronunció la última palabra de su interior escapó una risa aterradora que hizo temblar al mar. Finalmente había obtenido lo que quería y su amo estaría muy orgulloso de él. Los sumisos espíritus estaban preparados para atacar y tan sólo era cuestión de tiempo para que la humanidad pereciera en la red de tentaciones que las preciosas jóvenes tejerían sobre los mortales.
Las ninfas nadaron hacia la superficie, tal como se les había ordenado. Extendieron sus tenebrosas alas y volaron lejos de su hogar, para aterrizar suavemente en la dorada arena que parecía esperarlas. Una vez lejos de la orilla, sin saber cómo, sus diabólicas formas desaparecieron dejando solamente su increíble belleza y un par de hermosas piernas que se estremecieron cuando el sol las acarició.
Las siete sirenas se miraron con malicia y echaron a reír. Estaban muy ansiosas por conseguir víctimas y poder robarles sus almas, para finalmente ser obsequiadas al reino de la oscuridad.
Se incorporaron con un poco de dificultad, pero cuando finalmente pudieron sostenerse en pie sin problemas, sus cuerpos mágicamente fueron cubiertos por delicadas vestiduras, las cuales hacían resaltar aún más la hermosura con la cual sus rostros habían sido bendecidos. Rostros que ahora las condenaban, sin siquiera ser conscientes de lo que sucedía.
Las siete caminaron lejos de la playa y cuando ésta ya era solamente un recuerdo de su pasado se separaron, cada una tomó un camino distinto y cada una se dirigía a un cruel destino que ellas mismas tenían preparado para torturar a aquellos que habían lastimado primero.