QUERIDOS AMIGOS,
Disculpen de todo corazón que los he tenido abandonados, es que entre mi casamiento y la luna de miel mi cabecita ha estado poco concentrada. Pero ahora he regresado y en esta oportunidad quiero compartir con ustedes un pequeño texto que refleja la complejidad de Lusta.
Lusta se observaba al espejo y se preguntaba dónde estaba el brillo de su mirar, perdido en los pliegues del antaño. Esa imagen de devoradora de hombres, de lujuria hambrienta que aguijoneaba su deseo, parecía tan distante de quien Luxya una vez había sido. Sepultada bajo el peso del pecado, sabía que su corazón debía yacer dormido mientras ejecutaba a la perfección su trabajo. No había lugar para la compasión ni el amor, el amor un día la había destruido, no tenía sentido desear recuperar algo que tanto la había lastimado.
Quien amaba yacía muerto, enterrado en el fondo del mar, perdido para siempre entre las horas olvidadas que ya no regresarían. Las caricias se esfumaron, los besos quedaron ocultos en algún oscuro rincón de su mente a la cual Lusta ya casi no tenía acceso.
Tan diferente, embebida de maldad, ahora ella debía ir en búsqueda de su nuevo destino, el impuesto por Afrost, quien la escogió como su favorita. Lusta apartó sus pensamientos mientras deslizaba un peine por su larga y rubia cabellera. Sonrió ante aquel reflejo que poco de ella tenía, su sonrisa petrificada, su mirada helada, ella estaba lista. Era hora de actuar, era hora de consumir, de fingir, hora de atrapar a algún débil humano y conducirlo a pecar.